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Caminando por Asturies
Este otoño me llevó a conocer los montes, las gentes y las costumbres asturianas. Empecé por la zona de Grado, cerca del Collau de Fancuaya, y allí con la Tribu de colores estuvimos celebrando la Vida compartiendo en plena Naturaleza. Por carretericas estrechas sube y baja entre pueblines enanos con preciosos orreos. Por allí vivía Daniel, un pastor que huyo de la vida de la ciudad para perderse en la tranquilidad del Monte. Me contaba como el Oso había mermado su rebaño de cabras hasta la mitad, pero “él estaba aquí antes que yo” decía, “y no les dejo que lo maten”. Y como un día tuvo que correr exaltado hasta su cabaña porque lo vio como empezaba a andar hacia el… Buena gente en el Aula Fundación Vital, donde llevan a l@s alumn@s más jóvenes a convivir y aprender un poco en la Naturaleza, orientados por Gerardo, Mario y otras personas que allí trabajan desinteresadamente. Y que buenas las fabas que me regaló la madre de Mario criadas por ella!
De camino al este tuve la oportunidad de ver en Moreda un festival de música tradicional asturiana donde varios grupos del principado actuaron con sus gaitas y tambores. Y llegué al parque nacional de los Picos de Europa. Pasando por Covadonga y me perdí por las alturas donde solo moran los animales y algunos pastores. Con nostalgia me contaba uno sus días de mozo cuando pasaban todo el verano allí arriba. Y muy rico el queso de otro que me lo trajo de una cueva allí perdida, donde los curan. Me extrañó verme empatizar con el cuando me explicaba como tenían que matar algún lobo porque si no, no tenían manera de sobrevivir allí arriba. Y traté de subir a los picos más altos, hasta arriba quería, pero los vientos del sur esos días fueron muy fuertes, nos llevaban literalmente, y me quedé en el refugio del Picu Urriellu o modernamente conocido como Naranjo de Bulnes, donde el cuidador del albergue nos dijo que ni se nos ocurriera continuar. Maravillado por la majestuosidad de estas montañas, son especiales, picudas, y por contemplar el Mar desde 2000 metros de altura. Allí pastaban tranquilos los rebecos mientras yo disfrutaba del atardecer con olor a María. Momentiko especial.
Y volví sobre mis pasos para celebrar las fiestas de La Castañal, cerca de Nava, un pueblo alternativo y colorido con gente bien linda y variopinta . Y compartí con ellos el concierto-documental “En Furgo al Himalaya” en Familia y con buen Fuego presente. Y gané el lanzamiento de celorio (azada), que nunca había participado. Buenas castañas. Gente con ganas de cocrear, y por Santolaya de Cabranes también. Y el mercado ecológico que me encontré en L´Apiaderu para reponer la despensa de frutas y verduras porque ya llevaba más de un mes fuera de casa y las provisiones de la huerta escaseaban ya.
Me recordaba a Galicia. Son regiones Mágicas, donde la gente del campo mantiene las costumbres y la conexión con la Tierra. Donde lo abrupto y salvaje de los paisajes ha ayudado a que se hayan mantenido los Osos y los Lobos. Buenos Montes, buenos bosques, y Verde, y el Orbayu (txirimiri) que no falte!